Nuestra concepción occidental de la neo-espiritualidad ha hecho que veamos a los Maestros y Maestras del espíritu como algo superfluo e innecesario. Con mayor frecuencia se habla de que la era de los gurús ha muerto y que ahora solamente vale la Maestría Personal, individualista y soberbia. En las redes sociales y en los círculos espirituales pueden observarse estas creencias: “que nadie está sobre mí, yo lo sé todo y si necesito ayuda, la pediré especialmente a mis aliados espirituales, aquellos vivos y aquellos ascendidos”. Hemos visto mucho esto. Por un lado, nuestra mente adora maestros ascendidos y a íconos espirituales-religiosos que muchas veces roza la superstición. Aun así, endemoniamos aquellas almas elevadas que traen a este mundo amor del bueno y un camino claro de liberación.
Con el paso de los años, luego de haber transitado muchas corrientes espirituales y de haber profundizado un camino sincero de autodescubrimiento, creemos firmemente que las almas elevadas visitan esta tierra y encarnan un Amor Divino difícil de replicar. Su luz nos trae la bendición de guía e iluminación de la consciencia. Ellos son Gurus. Ellas son Gurus. Y su función para con nosotros es bien clara: despertarnos al amor. Y en ningún momento hay dobles intenciones de parte de ellos. Nosotros sí nos ocupamos de ver lo peor y de pensar lo dramático. Creemos que ellos pueden llegar a dominar nuestra vida y arruinarla. Creemos que no necesitamos de su existencia y nos alejamos así de una gran oportunidad de transformación.
Todo eso es imaginación y fantasía, y en un acto rebelde, creemos que somos lo suficiente perfectos para no necesitar la asistencia de seres iluminados. Depositamos en la fe religiosa la energía que podríamos utilizar en relacionarnos con encarnaciones divinas aquí en la tierra. La era de los Gurus nunca morirá porque el Amor de Dios seguirá irradiando para nosotros y ellos vienen en misión para ayudarnos a elevarnos por sobre la ilusión de este mundo. Y comprender esto, requiere abandonar las creencias del ego espiritual y abrirse paso hacia el corazón. Es un camino doloroso porque requiere de mucho desapego y de mucha aceptación. Pero es un camino seguro que nos lleva al reencuentro con lo divino, porque a los pies del Guru nuestra alma es liberada de este mundo.